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30/10/2018RECORDANDO A MANUEL BULNES: EL HOMBRE, EL GENERAL Y EL MANDATARIO.
POR
CHRISTOFER CERÓN HURTADO
Alumno regular de la carrera de Licenciatura en Historia, Universidad de Chile.
Alumno pasante de la Academia de Historia Militar
Los primeros años de una nación siempre son conflictivos y caóticos, el desorden interno es una constante que amenaza los frágiles cimientos de un país neonato, los conflictos de poder de los diversos movimientos y grupos políticos sacuden con estruendo la endeble estructura de la República y, por si esto no fuese poco, las delimitaciones fronterizas de las nuevas naciones y los problemas con los países vecinos están a la orden del día. Ante este horrendo escenario, Manuel Bulnes se erige como la figura que dará orden y sentara las bases de la República.
Manuel Bulnes Prieto, nombrado así por la tradición familiar de bautizar al primogénito de ese modo, nace un 25 de diciembre de 1799 en el seno de una familia con una marcada tradición militar y de ascendencia española, siendo Toribio Alfonso de Bulnes el primero de sus antepasados en asentarse en el territorio nacional en 1750, en la ciudad que vera nacer al futuro presidente de la nación, Concepción.
Las ideas emanadas de la guerra de independencia de Estados Unidos y los de la Revolución Francesa comenzaron a calar en la mente de Manuel desde una temprana edad gracias, en gran medida, a las constantes Tertulias que se celebraban en su hogar y que convocaban a gente de gran intelecto y cultura quienes debatían sobre variados temas, siendo las ideas de “Libertad” las que mayores debates generaban.
Aquellos más entusiastas en participar de estos debates eran Bernardo O’Higgins, Juan Martínez de Rosas y Joaquín Prieto Vial –acérrimos defensores de la libertad—, y Manuel Bulnes Quevedo y Juan de Dios Bulnes, quienes, fieles a su juramento de fidelidad, defendían al Rey.
Bulnes destacó en su infancia por ser un niño culto y docto, gran lector especialmente de historia, cuya infancia estuvo fuertemente influenciada por las ideas que fluían en su hogar gracias a las constantes tertulias que se celebraban y que convocaban a hombres notables, las cuales dieron como resultado una mente inquisitiva y un niño prodigio.
En los albores de la independencia se enfrentó a una dura decisión: luchar por la tan anhelada libertad de su patria o seguir a su padre, Manuel Bulnes Quevedo, para luchar por el Rey de España. La decisión que tomó Manuel habría marcado un quiebre absoluto en su familia si es que la oportuna intervención de su madre –Carmen Prieto Vial— de enviar a sus hijos a estudiar al “Colegio Azul” en Santiago, nunca hubiese llegado.
Es menester mencionar que Manuel Bulnes Quevedo combatió por ambos bandos durante la revolución, siendo realista por su juramento de fidelidad al Rey, o bien patriota debido a su amistad con O`Higgins, quien lo hizo vacilar en más de una ocasión sobre su lealtad. Sin embargo, con la llegada de Osorio a Chile, decide combatir por el bando realista de manera definitiva. Si bien combatió contra la independencia de Chile, es digno de respeto quien lucha por sus convicciones e ideales aunque el escenario al que se enfrenta no sea el ideal.
Manuel y su hermano Francisco regresan a Concepción cuando la lucha por la independencia se encuentra en su punto más álgido y el destino del país era incierto. A su regreso y tras una serie de acontecimientos ocurridos contra la corona fueron apresados por el jefe militar de Concepción, coronel José Ordoñez, quien al enterarse de sus ideas revolucionarias y subversivas decide enviarlos a la isla QuIriquina.
Allí Manuel destacó por su espíritu y liderazgo, lo que inspiró a todos los detenidos a unirse a él en la desesperada lucha por sobrevivir en la inclemente isla. Junto con los prisioneros consiguen armar unas cuantas pequeñas balsas con las que se arrojan al mar en busca de la ansiada libertad y con el deseo a flor de piel de unirse al ejército patriota en la última etapa de la guerra de independencia, consiguiendo este anhelo en abril de 1817.
Luego de escapar de isla logra incorporarse al ejército en junio del mismo año, con el rango de Alférez Portaestandarte del Regimiento “Cazadores”, recibiendo su bautizo de fuego en el asalto de Talcahuano, siendo su primera acción en batalla un fracaso. Sin embargo, esto no mermó su espíritu y su convicción, gracias a los cuales se mantuvo siempre fiel a la causa independentista participando activamente en el resto de las campañas de la independencia donde se destaca su actuar siempre valiente y gallardo.
Fue en el marco de la última etapa de la guerra de independencia, la denominada “Segunda Campaña del Sur de Chile”, que Bulnes se encontró con un contrincante que nunca quiso combatir.
En los pormenores de la batalla de Chillán, Bulnes se entera de una noticia que lo sacudió hasta la médula, pues su padre era quien dirigía las tropas realistas. Esta noticia remeció al futuro presidente, quien al ser elegido como representante del ejercito patriota para pedir la rendición de las fuerzas realistas, comienza su marcha hacia las posiciones enemigas esperando una respuesta positiva a las demandas del ejército. A pesar de lo complejo de la situación, el destino quiso dar un último regalo a la familia Bulnes.
Tanto padre como hijo se encuentran cara a cara en el campo de batalla, ya que ambos combatientes fueron elegidos como representantes de sus ejércitos para dialogar y presentar las demandas de sus ejércitos correspondientes. Fue durante este diálogo que Manuel Bulnes pide a su a padre la rendición de las tropas realistas y el cese de las hostilidades con el fin de evitar muertes innecesarias; sin embargo, en un acto de suma dedicación y compromiso por sus ideales, Manuel Bulnes Quevedo reniega de la rendición y se despide por última vez de su hijo.
Este hecho demuestra con exactitud y precisión milimétrica el espíritu e ímpetu de los Bulnes, pues tanto padre como hijo fueron lanzados a una guerra en las que se enfrentaron cara a cara ambas generaciones. Sin embargo y a pesar de sus lazos de sangre, ambos siguieron fieles a sus ideales e indemnes en sus principios; ninguno retrocedió ni vaciló en la batalla y este espíritu será la marca que el futuro general victorioso contra la Confederación y Presidente de la República demostrará a lo largo de toda su vida.
Gracias a todos aquellos que dieron su vida y se comprometieron, Chile consiguió su tan anhelada independencia. Es por esto y más que los desafíos de todos los chilenos y argentinos que participaron de esta gesta heroica que nunca debe ser olvidada, especialmente por el enorme sacrificio que hicieron las familias que vieron ver marchar a sus hijos, padres y hermanos a una guerra de la cual no regresaron, pero que consiguieron –con su noble sacrificio— al sueño hecho realidad de ver a Chile libre y soberano.
Chile se encontraba ante un escenario completamente nuevo y desconocido. La reestructuración del país a nivel político y económico fue un duro desafío que la nación neonata debió enfrentar en su primer período independiente y soberano, desafío que se vio acrecentado por las disputas de poder en el interior de los grupos políticos y de los reductos realistas que quedaban al sur del país.
A pesar de que Chile había alcanzado su independencia en 1818, las fuerzas del Rey siguieron siendo una amenaza real y constante en el sur del territorio y es en este escenario en que Bulnes destacó con creces. La denominada “Guerra a Muerte” fue el escenario donde el futuro general maduró militarmente y se convertirá en el líder ejemplar que Chile va a necesitar en 1836, cuando la amenaza deje de ser un país situado en otro continente.
Una vez que alcanzó el rango de teniente, Bulnes siguió formando parte del regimiento “Cazadores”, el cual fue destinado al sur del país en el marco de la guerra antes mencionada. El actuar de Bulnes en las campañas de la “Guerra a Muerte” es digno de su historia familiar y tradición castrense, pues siguiendo las órdenes de sus superiores destacó en diversas batallas y combates, siendo especialmente importantes la defensa de Yumbel, y las misiones en La Florida y Coelemu, donde asestó duros golpes a las fuerzas realistas.
Las necesidades de la política y la sociedad obligaron a que Bulnes, junto con Prieto y Cruz, se levantaran contra el gobierno de Santiago para terminar con el caos y el descontrol que los gobiernos posteriores a O´Higgins habían llevado a Chile. La anarquía reinaba y el descontento era palpable. La ciudadanía al unísono clamaba por orden y seguridad, pero por sobre todo paz, aquella que había costado tanto esfuerzo y vidas conseguir, y se esfumaba ante sus ojos por los conflictos internos de un grupo de líderes políticos que no lograban conciliar sus ideas sobre el futuro de la nación.
La guerra civil de 1830 fue precisa y contundente, debido en gran medida a los años de experiencia que habían ganado sus líderes en las guerras que Chile había experimentado con anterioridad; del mismo modo, el caos que imperaba a nivel nacional fue un factor no menor que los líderes rebeldes supieron explotar. La guerra en un comienzo fue desigual, ya que gran parte del contingente militar estaba en Santiago y, por lo tanto, era leal al gobierno, mientras que las fuerzas rebeldes eran inferiores en número y en armamento; sin embargo, la misma anarquía que asolaba la política nacional se estaba experimentando en el ejército de Santiago. Fue esta desorganización de las tropas leales lo que favoreció la victoria de los rebeldes.
Bulnes, teniendo el rango de coronel, destacó en la guerra civil del mismo modo que lo hizo en la guerra de independencia, siendo uno de sus mayores logros la emboscada que realizó contra el comandante Tupper –en Lo Prado—, consiguiendo con esta victoria la correspondencia del ejercito, el armamento y 4.000 pesos, además de incorporar a sus filas a dos oficiales y 170 soldados.
Luego de la guerra civil que trajo consigo el fin de la anarquía política y el establecimiento de un república fuerte y estable, Bulnes alcanza el grado de General, coronando de ese modo al hombre que dio fin a la “Guerra a Muerte” y participó activamente –con un desempeño ejemplar— en la guerra civil de 1830. Con el fin de la guerra civil de 1830 –y la subsecuente presidencia de José Joaquín Prieto— Chile entra en un período de estabilidad y paz social que no había experimentado en mucho tiempo; sin embargo, las amenazas y los desafíos de la recién ordenada nación resurgen nuevamente.
La llegada al poder de Andrés de Santa Cruz y la creación de la Confederación Perú-Boliviana supondrán un desafío que Chile y Manuel Bulnes deberán enfrentar con suma dedicación para la supervivencia de la nación libre y soberana.
Andrés de Santa Cruz es una figura que merece todo nuestro respeto, pues supo reorganizar la política de dos naciones uniéndolas en una única y poderosa confederación. Logró amplias mejoras a nivel económico y militar, además de entrelazar el legado histórico y cultural de sus antepasados incásicos e hispanos. Su inteligencia y poder no tuvieron igual entre los países vecinos, logró desarticular la frágil política ecuatoriana, despojar del espíritu argentino a sus provincias del norte y unificar dos estados en uno; sin embargo, su genio encontró un rival, Diego Portales, quien consiguió impedir el paso estruendoso de Santa Cruz en América.
Santa Cruz, una vez finalizado su sueño de construir una confederación en la que estuviese incorporada el Perú y todas sus riquezas, fijó su mirada en Chile y en la amenaza que representaba para su economía el puerto de Valparaíso, por lo que –haciendo uso de todas sus facultades— orquestó un plan para debilitar a Chile económicamente, de modo que no representara amenaza alguna. Fue ante esta emergencia que Diego Portales alertó a las autoridades del peligro que representaba la Confederación para Chile.
Una posible guerra contra la Confederación no era algo que preocupase a la política nacional y mucho menos a la ciudadanía, sobre todo porque habían pasado menos de diez años desde el último derramamiento de sangre chilena y los dolorosos recuerdos de una guerra fratricida todavía estaban en el imaginario colectivo. Sin embargo, el asesinato de Diego Portales y las sospechas de que este acontecimiento fue orquestado por Santa Cruz, hicieron que Chile entero se movilizara contra la Confederación.
La respuesta inmediata de Chile fue el envío del general Manuel Blanco Encalada con un contingente militar que desembarcó en el sur del Perú, cuya misión era dar término con rapidez al estado de guerra en el cual se encontraban ambas naciones. Sin embargo, Blanco Encalada optó por una opción más conciliadora y pacífica, adjudicándose poderes que no correspondían a su persona y cargo, cuyo resultado fue la firma del Tratado de Paucarpata. En su regreso a Chile, el gobierno rechazó este tratado y se optó por una opción más precisa y contundente: enviar al general Manuel Bulnes al mando del Ejército de Chile.
La guerra desde la llegada Manuel Bulnes fue veloz, las tropas chilenas en tierra destacaron por su capacidad y habilidad en el combate; y aunque las fuerzas con las que contaba la Confederación eran – con creces— superiores en comparación a las que contaba Chile, eso no mermó el espíritu de los soldados que combatieron con inusitada ferocidad ante un enemigo que significaba una amenaza para –lo que hace menos de 20 años se había conseguido— una patria libre y soberana.
Una de las batallas más recordadas de esta guerra es la batalla de Yungay, en torno al cerro Pan de Azúcar, una de las posiciones más fuertes de la Confederación y, por ende, uno de los bastiones desde el cual se podían reorganizar las tropas confederadas luego de la seguidilla de derrotas que habían sufrido a mano del ejército chileno.
A pesar de lo inexpugnable que resultaba la posición, el arrojo y gallardía de las tropas chilenas fue superior a las defensas confederadas, quienes mediante un ataque frontal a la posición consiguieron arrebatar la fortaleza, asegurando el triunfo total y absoluto de Chile
Para coronar el triunfo de esta batalla y la victoria absoluta de Chile gracias a su Ejército, el compositor José Zapiola escribió el “Himno a la Victoria de Yungay”, cuya letra nos muestra el ánimo, el fervor y el espíritu nacional que inundaba al país:
Cantemos la gloria del triunfo marcial que el pueblo chileno obtuvo en Yungay. Del rápido Santa pisando la arena la hueste chilena se avanza a la lid. Ligera la planta serena la frente pretende impaciente triunfar o morir. ¡Oh! Patria querida, que vidas tan caras ahora en tus aras se van a inmolar. Su sangre vertida te da la victoria; su sangre a tu gloria da un brillo inmortal. Al horrido estruendo del bronce terrible el héroe invencible se lanza a lidiar. Su brazo tremendo confunde al tirano y el pueblo peruano cantó la libertad. Desciende, Nicea, trayendo festiva tejida en oliva la palma triunfal. Con ella se vea ceñida la frente del jefe valiente del héroe sin par.
Es menester mencionar que este conflicto en particular ha sido muy poco estudiado por la historiografía nacional. Conocemos los pormenores de la guerra, los antecedentes claves y ciertos conflictos que tuvieron algún grado de relevancia en la cultura nacional y en las relaciones internacionales; sin embargo, nuestro conocimiento es relativo, siendo una pincelada de todas los factores y elementos que tuvieron una implicancia en esta guerra. Tenemos una deuda enorme en lo que respecta a este episodio en nuestra historia nacional.
Los resultados de esta guerra tuvieron enormes implicancias tanto para la política internacional latinoamericana como para la política nacional: la desaparición de la Confederación y el surgimiento de Perú y Bolivia como estados independientes agregó una nueva característica al mapa político continental.
Los gobiernos europeos que antes habían apoyado a la Confederación habían volcado su mirada al estado victorioso de esta guerra, lo que permitió un mejor entendimiento y relaciones con estos países. Además, gracias a esta victoria Manuel Bulnes adquirió mayor relevancia a nivel nacional, siendo recibido con vítores y festejos como merecía un héroe nacional.
Su triunfo en la guerra y su recibimiento como héroe nacional fue el impulso necesario para presentarse a la carrera presidencial, siendo elegido como Presidente de la República en 1841, desempeñando esta magistratura hasta 1851. Su gobierno fue el que sentó las bases más solidas de la República chilena, siendo su propósito principal dotar al país de una infraestructura educacional que Chile necesitaba con extrema urgencia.
Su presidencia destaca principalmente por entregar a Chile sus centros educacionales más importantes y trascendentales, como la Escuela Normal de Preceptores –institución que dotó a Chile de maestros habilitados en la docencia primaria, lo que permitió instruir a un mayor número de jóvenes reforzando la débil estructura educacional—, la fundación de la Universidad de Chile mediante una ley dictada durante su gobierno, la Academia de Pintura y la Escuela de Artes y Oficios, creando así una infraestructura educacional con la cual se intentaría satisfacer el apetito cultural que tenía Chile.
Durante su gobierno mantuvo amistad con las mentes más brillantes que han pisado territorio nacional: Andrés Bello –primer rector de la Universidad de Chile—, Claudio Gay –naturalista e historiador—, e Ignacio Domeyko, a quien debemos gran parte de nuestro conocimiento en recursos minerales. Esta amistad acrecentó la sabiduría de Bulnes, quien se mantuvo siempre apegado a la civilidad y al Derecho.
Es este aspecto – el que considero el más importante a la hora de hablar de Manuel Bulnes—, nadie puede negar sus logros militares, los cuales ayudaron a establecer un país soberano e independiente: el valor que demostró en las campañas por la independencia, el arrojo con el que se lanzó a la guerra civil de 1830 –permitiendo la estabilidad nacional por cerca de treinta año—, el valor que demostró al dirigir al ejército en la guerra contra la Confederación y su enorme peso en la política nacional. Pero ¿de qué sirve dar la vida y dedicar todo su esfuerzo en un país poco cultivado?
Es ante la necesidad imperante de dotar a Chile de una infraestructura educativa que Manuel Bulnes adquiere mayor importancia en la realidad del país. Su labor principal fue ser la del militar por excelencia que Chile necesitó en los momentos precisos, pero su joya de la corona fue dotar a su patria querida de los cimientos educacionales básicos que una República –que se haga respetar como tal— necesita.
2 Comments
Nos alegra que la lectura haya sido de su agrado y esperamos que las próximas sean igual de edificantes. Le haremos llegar al autor sus felicitaciones.
Academia de Historia Militar.
Excelente, me gusto esta breve reseña, de quien seria uno de los personajes mas importantes , de la historia de Chile, sin duda este tipo de reseñas de opinión, dan un alcance mas global de la historia que uno acostumbre a leer, mucha felicidades.